Recibí sin frío ni calor, la noticia de las costaleras de la Hermandad de la Virgen de los Dolores. Para una persona laica como yo, nada de lo que pasa en el mundo cofrade me incumbe mucho, pero sí la vejación y la discriminación de dos mujeres, que sea cual sea su afinidad religiosa o política, la hayan recibido simplemente por el hecho de serlo.
Cuando hace varios años, un amigo homosexual y hermano de una Hermandad, me hablaba de la intolerancia y homofobia que existía en el mundo cofrade, le dije que me parecía mentira que una persona que pertenezca una organización, sea cual sea su carácter, desconozca en el ambiente ideológico donde se mueve y que concretamente en este caso que pertenece por afinidad a una institución como es la Iglesia Católica no sepa que ésta es autoritaria, intolerante, homofoba, retrograda y xenófoba.
El debate sobre si deben ir mujeres y hombres juntos bajo un palio, ni me interesa, ni me importa, para mí es un debate decimonónico y arcaico. En medio de este debate suscitado en el mundo cofrade, leía hace unos días a Jon Sobrino, hablando de otro tema mucho más interesante dentro del Cristianismo. Sobrino habla de otra Iglesia, de una Iglesia comprometida, justa y luchadora. Decía textualmente que le interesaba más la opinión de la cocinera de su orden que lo que se decía en Roma, respecto de la censura que el Vaticano le ha hecho a sus libros. Y recurriendo a textos de Leonardo Boff o de los asesinados Ignacio Ellacuría y el mismísimo Monseñor Romero, me sigo preguntando lo mismo que con las costaleras y mi amigo: ¿Qué hacen los miembros de la Teología de la Liberación, todavía dentro de la Iglesia de Roma? ¿Por qué no rompen de una vez por todas con la intolerancia y dictadura de la Jerarquía Pontificia de Roma?
Cuando leo los textos de los miembros de esta teología si encuentras semejanzas a las aptitudes que Jesús predicó, y me pregunto ¿porque no se plantean la escisión de la Jerarquía Eclesiastica que ejerce de déspota, arrogante y farisea?
Y hay es donde encuentro el verdadero debate que debe existir en nuestra sociedad. ¿Cómo un estado democrático como el español es el único que en la Europa siglo XXI mantiene vigente un Concordato firmado con la Santa Sede? (Concordato que se firmo durante la dictadura) ¿se puede financiar a una institución que peca, nunca mejor dicho, de discriminar desde hace veinte siglos a las mujeres, que sigue dando discursos homófobos e intolerantes? Y que desde el papado de Karol Wojtyla y con la entrada de Joseph Ratzinger, aún peor, sigue dando vuelta de tuercas a las posturas más retrogradas e inquisidoras, dando pasos hacia atrás, cerrando la apertura que el Concilio Vaticano II tomo hace medio siglo.
Y que además, utiliza dicha financiación para dedicarse a impartir una educación que promulgan estos valores y que a pesar de la situación de privilegio que sigue manteniendo, se atreven desde sus púlpitos de obispos y prelados a llamar a la desobediencia civil y salir a la calle en manifestación, simplemente porque el Gobierno se ha atrevido a dar unos pequeños pasos hacia el laicismo. Que dicho sea de paso, hoy en día no existiría ninguno de estos debates, si esta llamada a la desobediencia civil la hubiesen hecho durante el mandato del genocida y dictador que pasearon durante cuarenta años bajo palio, pagándole el favor por haberles permitido mantener el estado de poder y autoridad moral que el último gobierno democrático de la Segunda República quería quitarle.
Sólo me cabe decir que el Parlamento Europeo debería pronunciarse sobre dicho Concordato, al igual que se pronuncia sobre otras asociaciones e instituciones o incluso sobre países como Turquía cuando mantienen estas aptitudes tan poco democráticas.
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